Si hay un concepto que,
afortunadamente, ha caído en desuso en las últimas décadas es la
de considerar que las embarazadas deben ser consideradas enfermas.
Estar esperando un bebé no tiene nada que ver con ninguna patología,
aunque es cierto que requiere de un cuidado especial para que el
estado de esa mujer sea el óptimo posible. Pero eso, más que
medidas médicas, lo que precisa es de hábitos cotidianos
saludables.
Los pilares en
los que debe asentarse ese bienestar de una embarazada son una
alimentación equilibrada y la práctica de ejercicio físico
regular. Como es evidente, para las mujeres “normales”, no
especialmente acostumbradas a la práctica de un deporte, durante el
embarazo una de las mejores opciones es la natación.
Eso sí, antes de comenzar con la
natación, o con cualquier otro deporte, hay que consultar con el
médico para que nos confirme que no hay ningún problema y nos de
unas pautas de comportamiento. Y, en general, no se debe empezar
hasta cumplir los cuatro meses de embarazo, salvo en las personas que
ya tenían este hábito con anterioridad.
Los efectos de la natación sobre el
organismo de una embarazada son, básicamente, los mismos queproporciona a cualquier persona. Esto es, agilidad, mejora en la
circulación de la sangre y tonificación general. Pero, además,
ataca uno de los problemas mayores que sufren las embarazadas, el de
la hinchazón de las piernas. Y, también resulta eficaz para mejorar
el estreñimiento y reducir la retención de líquidos, por citar las
más evidentes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario